Erase una vez Candy y Dan. Todo era muy acalorado aquel año, la cera se derretía en los árboles, él se subía a los balcones…se subía a todo, hacía lo que fuera por ella, pobre Dany. Miles de pajarillos adornaban su cabello, todo era dorado. Una noche la cama ardió, el era guapo y un delincuente muy bueno. Vivíamos a base de sol y chocolate, la tarde era de un placer extravagante. Dan el intrépido. Candy se perdió. Los últimos rayos de sol del día cruzaban como tiburones, esta vez quiero probarlo a tu manera. Irrumpiste en mi vida y me gustó, nos revolcamos en el fango de nuestra felicidad, yo estaba empapada de rendición...entonces hubo una separación de las cosas y la tierra se quedó a oscuras. Jamás volveré a dormir.