viernes, marzo 22, 2013
Raquel - Álex José Recoder
Raquel me había citado en un bar céntrico. Llegó tarde, mientras yo miraba para otro lado, y se sentó sin saludarme.
¿Qué vas a tomar? –le pregunté.
-Nada. Sólo vengo a decirte que he tomado una decisión.
-Bueno, bueno.
-Te lo digo en serio, no puedo casi ni andar. Es un lastre muy pesado.
Me señaló los pies. Algo parecido a un cordón umbilical nacía de sus talones y desembocaba en una bolsita translúcida. Sonrió débilmente. Me agaché para comprobar qué había dentro de aquella bolsa, y descubrí que estaba yo, o mejor dicho, una imagen de mí. Había más hombres, alguna mujer, y masas de color que no supe interpretar.
-Creo que tendrías que ir al médico –observé.
-Vete tú al médico.
Ahora era ella quien miraba a mis pies. Noté una tirantez.
-Últimamente –reflexioné sobre la marcha – me cuesta demasiado ir a los sitios. No por pereza, es como un cansancio que...
-No me expliques lo que ya sé –me interrumpió -. Podrías contarme algo nuevo. Nunca me cuentas nada nuevo.
Puso su bolso sobre la mesa y sacó unas tijeras.
-¿Qué vas a hacer?
-¿Tú qué crees?
Colocó las tijeras junto al nacimiento del cordón y lo cortó. Apenas salió una gotita de sangre. El tejido del apéndice empezó a palidecer.
-¿Qué tal? –dije.
No contestó, sino que me ofreció las tijeras.
-No seas cobarde –dijo.
Tras dudar un momento, corté el cordón. No me hizo daño.
Nos pusimos en pie con nuestras bolsitas en los brazos y salimos del bar.
-¿Qué vas a hacer con esto? –le pregunté.
-Pues tirarlo a la basura.
No encontré ningún motivo para no hacer lo mismo. Escogimos una papelera cualquiera y pusimos los dos lastres dentro. Estaban grises, y la piel que las recubría se había secado.
-Ya nos veremos –dijo al despedirse.
-Llámame –contesté -. Cuando quieras.
Nos alejamos de allí, cada cual por su lado, y no la he vuelto a ver más.
Fuente: www.conplumaypapel.com
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