Antes de que la última palabra haya salido de mi boca, me besa.
Me doy la vuelta entre sus brazos hasta que quedamos cara a cara, después le rodeo el cuello con los brazos mientras los suyos se apoyan en mi cintura, por detrás, y tiran hacia él. Dios, me da igual que esto esté mal, que esté rompiendo todas las reglas del mundo occidental, me da igual todo porque nuestras bocas, que se habían separado por un momento, han vuelto a encontrarse y todo menos eso es superfluo y deja de importar.
¿Cómo puede funcionar la gente cuando se siente así? ¿Cómo se atan los zapatos?
¿O conducen coches?
¿O manejan maquinaria pesada?
¿Cómo puede continuar la civilización cuando pasan estas cosas?
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